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DESPERTAR EL DEBATE


Laura Freixas publica un ensayo en torno a la literatura y las mujeres

Laura Freixas: Literatura y mujeres

Ed. Destino, Barcelona, 2000, 246 páginas

Hace una veintena de años, Marta Traba afirmaba que ella creía en la existencia de un texto o una literatura diferente, en una escritura de mujer, y la revista Quimera, que publicó el artículo, recogía más tarde otro de la escritora Carme Riera que ahondaba en la cuestión y venía a concluir que no, que esto no era así, cuanto menos respecto a determinadas características tópicas que abonaban el hecho de la diferencia textual. Aquellos artículos de hace ya veinte años no eran sino reflejo de lo que se venía planteando en ensayos, seminarios e investigaciones diversas y desde diferentes ámbitos.

Laura Freixas, en su libro Literatura y mujeres, ha dibujado el paisaje de lo que hoy acontece en el mundo literario con la letra que nace de las mujeres: en el texto de Freixas hay datos, estadísticas. Opiniones y observaciones sobre los que escriben, sobre los que leen, sobre los que hablan sobre lo que leen y los que venden sobre lo que se habla. Y está también la pregunta sobre el existir de una escritura propia de mujer. Freixas (Barcelona, 1958), desde sus múltiples facetas como escritora, traductora, editora y crítica, dice en el prólogo, al que califica de malhumorado, que no quería escribir este libro, y tal afirmación resulta comprensible pues el tema se ha convertido en algo perverso, ya que la pregunta sobre la existencia de una escritura diferente se formula en ocasiones más como arma arrojadiza que como reflexión y pocas veces como una manera de generar entendimiento. También es verdad que las respuestas que se suscitan no suelen aclarar el tema, o lo hacen afirmando su contrario, esto es, abonando un homogéneo e igualitario panorama literario.

En Literatura y mujeres, la autora, entre otros asuntos, aborda un debate que aunque abierto ha estado dormido y vacío, no tanto en cuanto a investigaciones o estudios, sino a ese otro tan necesario de que se debía generar más público y más de voz en alto. Así que puede que lo que haya hecho Freixas sea ayudar a despertar el debate, además de ofrecer los frutos que ha recogido de diversas fuentes, pues hubo quien no leyó ni escuchó respuestas convincentes, en un sentido o en otro, y no le sirvieron los juegos de adivinanzas para saber si aquel texto nació de autor a autora porque tal vez la reflexión debería provenir no sólo del análisis del texto ya escrito, sino de la intervención del género en el proceso de creación. Es decir: observar no sólo lo que fluye, sino lo que brota.

El asunto no ofrece seguramente una única y compacta respuesta, tal vez ni siquiera se hayan hecho las preguntas adecuadas, pero seria conveniente una más pausada reflexión sobre el tema, sobre todo en estos momentos en que se aboga por la rapidez como la mejor manera de resolver enigmas, ya que ahora parece que el tiempo es el mensaje. Freixas ha contribuido a abrir el melón, deberíamos probarlo, aunque esto suponga exponernos a la curiosidad y al desacuerdo y aún a riesgo de que comience a oírse el silbido de las balas, y todo para tratar de no hacer inútiles las preguntas. A Freixas, además de mostrarnos el paisaje, le tenemos que agradecer su disciplina pues, a pesar de su malhumor, decidió escribir el libro.

María José Obiol

El País, 1/7/00