NO ES RESIGNIFICACIÓN, ES AUTOENGAÑO Laura Freixas
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Laura Freixas

El País, 14-2-24

NO ES RESIGNIFICACIÓN, ES AUTOENGAÑO

Dicen que Zorra convierte un insulto sexista en proclama feminista. Dicen que se puede borrar el desprecio que sufre un colectivo “resignificando” el término peyorativo que lo nombra. ¡Qué buena idea, cómo no se nos había ocurrido, qué solución tan fácil! ¿De veras…? Yo veo, por lo menos, dos problemas.

El primero tiene que ver con las palabras. Ante la polémica por la canción de Eurovisión, estos días se ha citado mucho el precedente de maricón y nigger: el hecho de que homosexuales y afroamericanos se llamen así unos a otros demuestra cómo términos insultantes pueden volverse irónicamente cariñosos. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: nigger significa negro, maricón significa homosexual. Pero ¿es lo mismo zorra que mujer?

La lengua tiende a confundir ambos conceptos. Pues el lenguaje no se limita, como suele creerse, a reflejar imparcialmente la realidad (sexista), sino que refuerza ese sexismo mediante juicios de valor. Por ejemplo, en la realidad hay putas y puteros, pero en la lengua, solo puta es despectivo. El hecho de que puta sea el peor insulto aplicable a una mujer demuestra que su sexualidad es el criterio principal para juzgarlas. Y el lenguaje dice algo más: que todas son putas en potencia. Palabras como cualquiera o fulana (que en su versión masculina solo designan a un hombre indeterminado) establecen una equivalencia entre prostituta y mujer. El primer problema de Zorra es que lo acepta. Su narradora, que no ejerce la prostitución, no protesta porque la llamen zorra (puta), sino porque lo digan como insulto.

Si olvidamos ahora el lenguaje para observar la sociedad, ¿qué vemos? Una vez más, la tendencia a ver en las mujeres objetos sexuales, desde edades cada vez más tempranas. Los shorts y bañadores para niños son amplios y cómodos; los destinados a niñas, ceñidos, cortos y con relleno en el caso de los bikinis. Niñas de muy pocos años adoptan poses sexys, perrean, se maquillan: se las llama Sephora kids, por el nombre de la cadena de productos de belleza. Para las adolescentes y jóvenes, florecen formas soft de prostitución, como los sugar daddies (publicitados, por cierto, por la canción que representó a España en Eurovisión en 2022) u onlyfans… ¿Es eso lo que entendemos por liberación de la mujer? Y si la respuesta es no: ¿anunciar “soy una zorra, zorra, zorra, una zorra de postal”, como nos sugiere la canción, nos ayudará a revertirlo? Llamarnos a nosotras mismas zorras ¿contribuirá a que nos vean y respeten como colegas, interlocutoras, jefas, científicas, activistas...? Por cierto, nigger o maricón lo usan solo los negros o los homosexuales entre sí; pero zorra, una vez abierta la veda, nos lo podrá llamar cualquiera. Miles de hombres lo corearon cuando se presentó la canción en Benidorm.

Zorra es la palabra más usada en el porno violento, el insulto favorito de los maltratadores, violadores, asesinos de mujeres: aparece en 15.000 sentencias. ¿Qué hacemos, aconsejamos a las víctimas que cuando las acorrale la manada, griten: “¡Soy una zorra, zorra, zorra, una zorra de postal!”?

Y es que, como señaló Celia Amorós, “no resignifica quien quiere, sino quien puede”. Pero estamos en la era del espejismo. En filosofía, impera el “giro lingüístico”, la teoría de que los problemas filosóficos pueden resolverse reformando el lenguaje. En política, la izquierda woke sustituye el programa por la batalla en torno a estatuas, banderas y pronombres. En las redes, triunfa (tiene 5.200 millones de visualizaciones en TikTok) el lema “el delulu es la solulu”, la idea de que la solución a nuestras frustraciones es el autoengaño (delusion en inglés).

Dijo Marx que los filósofos habían querido entender el mundo, cuando de lo que se trata es de cambiarlo. Parece que hoy nos vamos a conformar con resignificarlo. Pero eso no altera la realidad. Resignificar es delulu, no solulu.

www.laurafreixas.com