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Laura Freixas
TELVA, noviembre
2006
LIGAR
POR INTERNET
De pronto, no se
habla de otra cosa, y sin que sepas cómo, tus amigas solteras se
han dividido en tres grupos. El primero, las que se han apuntado. Es el
grupo más numeroso, animadísimo; en las reuniones, hablan
por los codos (siempre de lo mismo); cierto que a veces también
lloran, pero nunca les falta una anécdota con la que intrigarnos
o hacernos reír... Segundo: las que todavía no
se han apuntado; grupo este cuyas componentes, progresivamente
arrinconadas, terminan siempre, aunque nadie se lo pida, dando
explicaciones: no, es que ahora tengo mucho trabajo… un viaje… cuando
vuelva… Y el tercer grupo, pequeño y selecto, es el de las que ya
no están apuntadas, porque encontraron, y desde lo alto de su
pareja recién estrenada, prodigan consejos y escuchan con
paciencia las dudas, aventuras y desventuras ajenas.
¿Quién
se resiste? No hace falta ser soltera, ni siquiera periodista -basta
tener curiosidad y 30 euros, la cuota de un mes, en el bolsillo- para
querer probarlo. ¿El qué? El ligue por Internet,
naturalmente. Se contesta a un cuestionario sobre uno mismo –edad,
estado civil, intereses, religión…-, otro sobre la pareja
buscada, se pone una foto si se quiere, y a jugar. Así lo hice,
y estas son mis impresiones.
La primera es
deprimente. No porque falte falten hombres; al contrario: aun limitando
la búsqueda a una sola ciudad (Madrid) y una franja de edad de
diez años (40 a 50), aparecen cientos de candidatos. Pero
¡qué candidatos! El ratón recorre cansinamente la
pantalla: “Soy sincero, cariñoso y positivo”, “Soy un tipo
normal”, “Soy optimista, sincero y amigo de mis amigos”, “Soy una
persona normal”, “Soy romántico, positivo y buen amigo”, “Soy
alguien normal”… ¡Ah, qué ganas de poner un anuncio que
empezara: “Soy anormal, hipócrita y pesimista”…! ¡O de
escribir un mail de felicitación a cualquiera que haya puesto
algo distinto, lo que sea: “Me gustan los galgos”, anuncia uno, otro se
confiesa “amante del género chico” (¿una
perversión sexual, algo que ver con los enanos…?) y un tercero
asegura con solemnidad: “Tengo mis partes íntimas completamente
rasuradas”(¡ah!)…. Lo cierto es que si en un ataque de furia
eliminamos todos los anuncios donde aparezcan las palabras “normal,
sincero, positivo”… y los adornados por faltas de ortografía
garrafales, ¿qué nos queda?... Yo me desanimé
tanto que no le escribí a nadie. En cambio, he recibido muestras
de interés de unos cuantos candidatos, que paso a presentarles.
Un hombre
recién divorciado y recién llegado a Madrid, que ha
dejado en Compostela, y echa mucho de menos, a su hijo de 8 años
y su perrita (sic). Sin conocerme de nada, me dice que espera
tengamos una relación larga, fructífera y feliz, y que
mis hijos siempre serán bienvenidos. Pues muchas gracias.
Otro que ya en
un primer mail, también sin conocerme (no ya en el sentido
bíblico, sino ni siquiera electrónico), me propone que
vayamos juntos a clubes de intercambio. Vaya, un tímido…
Un peruano de
padres japoneses, doctorado en zoología (especialidad:
batracios) por la Universidad de Bergen. A este estuve a punto de
contestarle (en la foto se veía guapísimo: un oriental de
pelo blanco, esbelto y en vaqueros) cuando releí su anuncio y en
el apartado Religión encontré: “Cienciología”. Y
francamente, la combinación de cienciología, sapos y
japonés me pareció excesiva.
Un caballero de
60 años que me escribe con perseverancia, insistiendo en que por
mi anuncio le parezco una persona “muy especial”. Él sí
que debe serlo, a juzgar por el suyo: dice que le interesa el Cerebro
(así, en mayúsculas), la Astrofísica, el Color
(¿?) y la degustación de vinos. Ah, y las vidrieras, las
orquídeas, la navegación y las alfombras persas (por
aficiones, que no quede)...
¡Ay,
qué panorama!.. Mis amigas del tercer grupito me aconsejan
paciencia… Pero a mí se me ha agotado la paciencia. Eso
sí: para que mi incursión en Internet no se salde con un
fracaso completo, he aceptado conocer a uno. Es un “perfil oculto”:
alguien que ve los anuncios y te puede escribir, pero que no se
anuncia. No sé nada de él, más que lo que
él me ha dicho: que vive en Barcelona, pero viaja a Madrid cada
semana y le gustaría “compartir ratos de ocio” en esta segunda
ciudad. ¿A vosotras qué os parece? le pregunté a
mis amigas, y todas a una contestaron lo mismo que ya pensaba yo: que
está casado. Pero después del deprimido, el sexo-adicto,
el cienciólogo y el astrofísico degustador de vinos,
casi que lo de que esté casado es lo de menos
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