Album de Fotos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MEMORIA QUE NO CESA.



Laura Freixas: Adolescencia en Barcelona hacia 1970.
Ed. Destino, Barcelona, 202 páginas

Esther Tusquets: Habíamos ganado la guerra.
Ed. Bruguera, Barcelona, 276 páginas

Con el rostro de la propia Freixas, gafas y melena muy acordes con una estetica que se le iba de entre las manos al régimen como anguila escurridiza, en una portada que tiene mucho de psicodélica, se nos presenta este libro de autora catalana, Adolescencia en Barcelona hacia 1970, con pretensiones de iluminar un momento carnbiante de nuestra historia. Un momento en que los hijos de los vencedores (así, la propia Freixas, y aun contando con que uno de sus abuelos, el que venia del valle del Tiétar, inadaptado al aire burgués Catalán, había luchado con los vencidos, por más que combinando algunas maneras «anarquistas» con cierto tufillo de admiración hacia Franco) tomaban gestos y conceptos que ya no es que se opusieran a lo establecido, es que le buscaban las cosquillas desde lados radicalmente contrarios.
Y por ahí entendemos mejor lo que tiene de testimonial (bien que barnizado con un estilo impecable, ameno y un punto irónico, cuando no abiertamente divertido) este libro de Laura Freixas. Documento verídico de una muchacha de clase media alta, educada en el Liceo Francés, equidistante entre el Catalán y el español (aunque opte por este, como tantos otros escritores catalanes, cuya enumeración sería forzosamente prolija), que abraza la causa política en aquella universidad ciertamente politizada de la transición (Freixas nació en 1958, así que echen cuentas), del lado extremista que preconizaba el Partido del Trabajo, con su sección juvenil de la Joven Guardia Roja (aunque esto suene a broma, así se llamaba el invento). Por ahí anduvo la Freixas, tan culta y marxista que se enredo en Alejandra Kolontai para hacer su tesina de licenciatura. Siendo la Kolontai quien diseñara la teoría del vaso de agua para justificar el sexo circunstancial. Un poco lo que preconizaban los cofrades de Laura Freixas, tal vez ella misma, en aquellos años en que el franquismo forjaba un anti franquismo lleno a su vez de ruindades y limitaciones. Por eso, cuando Freixas canta la gallina en algunas de las mejores paginas de su libro el
amor comme il faut, se alza por encima de aquellas sandeces, y la revolución que se quedo en nada tiene también la consabida desmitificación. Igual sucede con todo aquello que Laura Freixas (empezando por si misma), salvándose -por su propia transparencia- la abuela, de Arenas de San Pedro, tan desclasada, tan inmersa en una realidad ajena a ella, personaje de Juan Marse (y no sorprende que Laura Freixas en este libro aluda, si bien por otras razones, a la magistral Últimas tardes con Teresa), planta ante su objetivo nada desenfocado, y con multitud de aciertos en la contextualización. Tantos que no se si decide que Mateo Monal, el regicida, no fue agarrotado sino que se suicido en el ventorro deTorrejon de Ardoz, después de asesinar al guardajurado que lo había detenido.

Y otro pequeño error histórico encuentro en Hablamos ganado la guerra, de Esther Tusquets, un libro que a la hora de escribir esta reseña anda ya por la quinta edición. Y es que Goebbels nunca visito Barcelona en los años de la Guerra Mundial. Si lo hizo Himmler, y a esa visita debe de ser a la que se refiere Tusquets, a la búsqueda (o eso dicen varios autores actuales, de los que elaboran potajes templarios o refritos históricos con aceite ya usado) del Santo Grial. Hago esta salvedad consciente de que el libro de Tusquets no es de historia, y si de memoria confesional, a partir de la evidencia admitida noblesse oblige— de que ella pertenecía al bando de los vencedores. Aquellos que gozaban de todas las prebendas, incluso la de mandar sus retoños a un Colegio Alemán, retrato de Hitler incluido, que iría reciclándose en otros centros educativos una vez finalizada la guerra mundial, Y por diferentes colegios iría desfilando Esther, unos años mayor que su hermano Oscar, el hoy conocido arquitecto, en un proceso educativo variopinto, incluyendo su presencia como profesora de Formación del Espiritu Nacional, vulgo, Política. Lo que tendría que ver con su esporádica militancia en Falange Española, cosa externa en miembro conspicuo de la burguesía catalana, asidua al Liceo, de cuya parafernalia aquí se nos da cuenta cumplida. Pero también de como una jovencita déclassée podía enamorarse de un joven fichado por la policía (por homosexual), forjando así algunas de las paginas mas románticas -con trasfondo sórdido, incluyendo la oposición familiar ante el noviazgo— del libro. Tampoco está mal la descripción de) amor platónico, aunque esto sería matizable, con el profesor Jiménez, y su gusto por la España cañí, que llevaría a Esther a su única (se entiende) corrida de toros, en Sevilla, con periplo navegante de Cádiz a Barcelona, lo que nos confirma el “buen pasar” de la familia Tusquets. Relacionada con la editorial Lumen, fundada por el tío Juan/Joan, con fines religiosos bien diferentes a los que acabaría abrazando la conocida empresa, ya de la mano de Esther, en el ámbito progre; difusora de libros importantes en el tardofranquismo de los que, sin duda, hubo de alimentarse Laura Freixas (y muchos otros jóvenes opositores a aquel régimen que alguien definio de color de ala de mosca, de lo que dan fe -previsiblemente— estas dos mujeres). El tio Juan/Joan fue un curioso sujeto, estudiado por Paul Preston por su odio visceral a la masonería, a la que denuncio en su primera época, bien que retrayéndose en su afán inquisitorial ante la durísima represión del franquismo de lo por el denunciado. Tusquets intenta, y tal vez consigue, poner en su punto la figura de un personaje estimable desde el punto de vista familiar. Luces y sombras de una época donde, concluye Esther Tusquets, «yo, hija de los vencedores, a pesar de haber gozado de todos sus privilegios y codas sus ventajas, pertenecía al bando de los vencidos».


VICENTS ARAGUAS

Revista de Libros, septiembre 2008