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Laura Freixas

La Vanguardia , 14-12-06

 

MI RELACION CON FREUD

¿Por qué en nuestro país está tan mal visto el psicoanálisis? En Francia o en Argentina, el psicoanalista es una figura respetada, que interviene en la escena pública con naturalidad. Nada de eso en España. Aquí el psicoanálisis está prácticamente desterrado de la Universidad, y a nivel popular, es significativo que una revista de divulgación como Psychologies, que en su versión original –francesa- da bastante cancha a los enfoques psicoanalíticos, prescinda completamente de ellos en su edición española. Aquí lo que reina sin competencia es la “autoayuda”, que es al psicoanálisis lo que sería, digamos, Disneylandia al Museo del Prado. De los intelectuales no hablemos: con alguna rara excepción (como Esther Tusquets en su novela Para no volver, relato de una cura psicoanalítica), si alguna vez lo mencionan es para ridiculizarlo. Ahora mismo me vienen a la memoria dos ejemplos: la novela de Carmen Martín Gaite Nubosidad variable, donde aparece una psicoanalista (o psicóloga o psiquiatra: parece que la autora no distingue)  que convierte a sus pacientes en amigos o amantes, y la película de Inés París y Daniela Fejerman A mi madre le gustan las mujeres, con un analista que intenta, cómo no, llevarse a la cama a su atractiva paciente.

De todo eso se habló hace unos días en un coloquio celebrado en Barcelona, en la biblioteca Jaume Fuster, titulado “Mi relación con Freud”, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento. La mayoría de los que intervinieron habían descubierto la obra de Freud, no en la Universidad, sino a través de algún libro suyo. De hecho, a Freud se le tradujo al español muy pronto, ya en los años veinte, pero el franquismo lo desterró, por subversivo y por judío. Hay que decir, con todo, que llovía sobre mojado: la Contrarreforma había hecho algo parecido. No con Freud, obviamente, pero sí con la introspección. Ésta se da muy pronto en España, en la autobiografía de Santa Teresa (1566), pero la Inquisición persigue a la autora y asfixiará en adelante cualquier examen de conciencia fuera del confesionario. No es de extrañar que la autobiografía y el diario íntimo florezcan en los países protestantes, pero no en los católicos: en éstos, la intimidad produce una especie de vergüenza. Miguel Delibes es muy representativo de esa mentalidad española cuando escribe, en el prólogo al Diario de un cazador: “Cualquier desahogo intimista me repugna”… Aunque quizá, en vez de española, sería más exacto decir: castellana. Porque lo cierto es que las primeras generaciones de diaristas y autobiógrafos españoles están formadas por catalanes y/o autores que han vivido en el extranjero o están muy familiarizados con la literatura francesa o inglesa: Pla, Chacel, Barral, Gil de Biedma…

Quizá por eso el fin del franquismo no ha liberado la intimidad tanto como podía esperarse: porque seguimos siendo herederos de esa actitud contrarreformista y barroca obsesionada por mostrar una fachada impresionante, ocultando lo que está detrás de ella, y que es lo que se muestra al analista. Por cierto, que la mayoría de los que participaron en el coloquio, y aunque el enunciado: “Mi relación con Freud”, era inequívoco, se dedicaron a hablar de la obra de Freud, de las distintas escuelas psicoanalíticas, o a lo sumo, de su relación intelectual, no personal, con el análisis... Se ve que mostrar en público lo íntimo es en España un tabú demasiado fuerte, incluso para quienes  trabajan profesionalmente con ello. Como suele decirse, en casa del herrero…